De todos es conocido el cambio reciente en la orientación política de las economías de América Latina. En la actualidad, parte importante de los países de esta región son gobernados por partidos de izquierda, entre ellos México, los cuales llegaron al poder tanto por el agotamiento de las opciones políticas de centro derecha, como por el profundo hartazgo, el pobre desarrollo económico y el fuerte deseo de justicia social.
Ante este escenario, los gobiernos latinoamericanos enfrentan el reto de dejar atrás años de inercia y generar un nuevo modelo de desarrollo y bienestar, en el marco de un presente, caracterizado por un contexto global de desaceleración y un pasado que arrastra limitantes que inciden en sus potenciales de desarrollo. En este contexto vale la pena preguntarse si el simple deseo y la voluntad de querer hacer las cosas es suficiente para alcanzar lo que los gobernantes se proponen, o bien, conocer cuáles serían algunas de las principales condiciones estructurales que determinarían de forma significativa el destino de nuestras naciones.
En las próximas líneas se presentarán, de manera enunciativa más no limitativa, algunos indicadores que pretenden dar cuenta de cómo se comparan los países de América Latina y el Caribe con el resto del mundo. Al tratarse de datos transversales a la región pudieran no ser los más recientes, sin embargo, permiten entender la magnitud y la tendencia. Si bien se busca poner los datos en contexto, la apuesta básica es que sea el lector quien obtenga sus propias conclusiones.
Panorama económico.
Según las proyecciones del FMI para el crecimiento de la economía mundial (abril/2024), el PIB global crecerá en 2024 y 2025 a una tasa anual del 3.2%. Estados Unidos, la principal economía del planeta, lo hará en 2024 a razón de 2.7% y caerá a 1.9% en 2025. Por su parte, América Latina y el Caribe (ALC) crecerán 2.0 y 2.5% en 2024 y 2025, respectivamente. México, por su parte, espera crecer 2.4 este año y 1.4% el siguiente. Estos indicadores muestran una economía global en un claro proceso de desaceleración. En adición, debemos considerar que el tema de la inflación no ha sido del todo superado. Baste recordar que entre mayo de 2020 y mayo de 2022 el índice general de precios promedio en la región pasó del 2.1 al 9.7%. Si bien los datos recientes apuntan al relajamiento en las políticas monetarias a nivel mundial, diversos bancos centrales siguen advirtiendo sobre la necesidad de continuar siendo prudentes y mantener políticas que coadyuven a mantener bajo control los niveles de precios de la economía. A esta ecuación habría que sumar la necesidad de la consolidación fiscal y la urgencia de reducir los déficits fiscales que presentan los países de la región, tema que más adelante comentaré.
Crecimiento y Desarrollo.
Quizá la forma más sencilla de imaginar los niveles de crecimiento del PIB en América Latina y el Caribe (LAC) sea pensar en un electrocardiograma, ese continúo sube y baja que denota vida, más no da señales de mejora. Permítanme dar algunos datos de contexto. Entre 1980 y 1989 la tasa promedio de crecimiento del PIB en LAC fue del 2.0%, a ese periodo se le conoce en el ámbito académico como la “Década perdida”. De 1990 a 1999 crecimos en la región a una tasa promedio de 2.7%, y entre 2000 y 2009 a tasa promedio del 3%. Sin embargo, desde la crisis financiera de EE.UU. en 2008-2009 la tendencia ha sido prácticamente negativa. En 2009 el PIB en LAC decreció (-)1.9%, y a los pocos años, cuando aún intentábamos recuperarnos, llegó la pandemia de COVID 19. En 2020, año en el que se registró la mayor contracción de la economía mundial desde 1946, el producto en la región se contrajo (-)6.8%. Más adelante ocurrió un efecto rebote y en 2023 crecimos en ALC un 2.3%. Lo relevante de estos datos, es que, entre 2014 y 2023 tuvimos una tasa promedio de crecimiento del PIB negativa de (-)0.8%. Estos números dan cuenta de lo que la CEPAL ha llamado el “Síndrome de bajo crecimiento en LAC”, a la vez que plasman las dificultades estructurales que enfrenta esta región para alcanzar niveles básicos de desarrollo, al tiempo que hacen ver que aquellos tiempos, como la llamada “Década perdida”, quizá no fueron tan malos.
Productividad.
Durante los últimos 20 años, la población de 15 años y más ocupada de manera “informal” en Latinoamérica, ha fluctuado alrededor del 48%. Este segmento se desempeña en rubros de baja productividad, con poca generación de valor y casi nulo acceso a capacitación. Además, reciben bajos salarios y viven al margen de los sistemas nacionales de seguridad social. Según datos de la CEPAL, los servicios son el sector predominante de las economías de América Latina y el Caribe, al representar 70% del PIB y 62% del empleo total. Más importante aún, si bien existen actividades del sector servicios con alta productividad y acceso a fuentes de innovación y desarrollo tecnológico (tales como los servicios financieros, informáticos y las telecomunicaciones), lo cierto es que la gran mayoría de los servicios en la región se orientan a la comercialización y a la atención de visitantes nacionales y turistas internacionales. Por ende, parte fundamental del reto en ALC en esta materia consiste en trasladar recursos del sector servicios a otros de mayor productividad y con capacidad de enlazarse con las cadenas globales de producción.
Diversificación exportadora.
Durante años se nos dijo que los países debían de especializarse y mantenerse, de preferencia, en sus ventajas comparativas. Lo anterior a fin de hacer más eficiente la asignación de sus recursos. Sin embargo, la evidencia empírica ha demostrado que los países que más comercian son los más diversificados (contrario a la postura típicamente latinoamericana de especializarse en bienes primarios). Como era de esperarse, Estados Unidos (EE.UU.) es la economía con mayor diversificación exportadora, seguida de China. Lo relevante del tema es que varios estudios señalan que: a) la diversificación exportadora de EE.UU. es tres veces la existente en América Latina y el Caribe; b) nuestra región, en una comparativa global, sólo logra superar al África Subsahariana; c) a mayor diversificación mayores probabilidades de innovación y desarrollo tecnológico; d) el 42% de las exportaciones de América Latina y el Caribe van hacia EE.UU. En síntesis, la falta de diversificación comercial hacia el exterior es otra de las limitantes para el desarrollo que enfrenta nuestra región.
Ciencia y desarrollo (C&D).
La UNESCO publicó su más reciente informe sobre la ciencia y la tecnología a nivel global. De entre varios aspectos destacables, uno fundamental es el que compara el porcentaje del PIB dedicado a inversión en C&D, por región y por país. A nivel mundial este porcentaje pasó de 1.73% en 2014, a 1.79% en 2018. Los países que más invirtieron es estos rubros fueron Israel 4.17% (2014) y 4.95% (2018) y la República de Corea 4.29% (2014) y 4.53% (2018). En América Latina este dato no sólo es bajo (0.73% en 2014), sino que además se ha reducido al paso del tiempo (0.66% en 2018). Destacan las cifras de las dos economías más importantes de la región: Brasil, que se mantuvo sin cambio entre ambos años, con un nivel de 1.26% del PIB, y México, en donde este indicador cayó de 0.44% en 2014 a 0.31% en 2018. Estos datos hablan por sí mismos y dan cuenta no sólo de la brecha que existe a nivel global en la sociedad del conocimiento, en el fomento a la innovación y en el impulso a la ciencia y el desarrollo tecnológico, sino que también nos permiten prever que, a menos de que las tendencias se reviertan de forma significativa, nos convertiremos en simples espectadores del desarrollo y la innovación del resto del mundo.
Inversión Extranjera.
De acuerdo con la CEPAL, en 2022 las entradas globales de Inversión Extranjera Directa (IED) se redujeron un 12% y totalizaron 1,29 billones de dólares norteamericanos (USD). Sin embargo, en América Latina y el Caribe (ALC) la IED alcanzó niveles récord, ya que ingresaron 224.579 millones de USD, cifra que no sólo fue un 55.2% mayor que en 2021, sino que además significó el valor máximo desde que se lleva registro. A nivel regional las principales áreas de inversión fueron los servicios, hidrocarburos y las manufacturas. De esta forma, el valor de las entradas de IED en ALC logró representar en 2022 el 4% del PIB, cifra nada despreciable y dato positivo para la región, siendo Brasil y México las economías más beneficadas, logrando captar el 41 y el 17% de los flujos de entrada de IED, respectivamente. Con relación al nearshoring, tema que prefiero abordar con más detalle en un artículo posterior, debemos acompañar el entusiasmo por el tema, con el análisis riguroso de cifras que pongan los datos en contexto y con una dimensión intertemporal (por ejemplo, en México en 2022 sólo el 31% de los flujos fueron nuevas inversiones y el resto fue en su mayoría reinversión de utilidades), entendiendo que sus potencialidades van de la mano del T-MEC y del desarrollo de nuevas fuentes de energía sustentables y limpias.
Balances fiscales y deuda.
Tema fundamental para la estabilidad de mediano plazo de las finanzas públicas de los países latinoamericanos es la consolidación fiscal, es decir, la reducción de los déficits mediante recortes del gasto o aumentos de los ingresos públicos. En este sentido, la historia muestra balances fiscales deficitarios en los países de la región. De 2012 a 2019 el déficit fiscal promedio rondaba el (-)3.4% del PIB, sin embargo, la llegada del COVID 19 obligó a los países latinoamericanos a incrementar sus niveles de gasto, por lo que dicho déficit se incrementó a más del doble en 2020 (-7.4% del PIB). Esta situación implicó un mayor costo asociado al pago de deuda e intereses. Mientras que en 2019 la deuda bruta de los países de la región representaba en promedio el 57% del PIB, para 2020 este porcentaje se incrementó al 71%. Si bien a partir de ese año se ha visto un descenso en este indicador, los niveles de deuda, y su consecuente costo financiero, aún continúan siendo elevados. Se trata así de un lastre que limita de forma importante la capacidad de acción de los gobiernos de la región.
Recaudación tributaria.
Uno de los grandes pendientes de la mayoría de los países de América Latina y el Caribe (ALC) es el de incrementar su recaudación tributaria. Existe un debate entre si primero hay que pagar impuestos para recibir mejores bienes y servicios públicos, o si debe ser al revés. Lo cierto es que en una comparativa internacional, los países de la región presentan niveles de recaudación significativamente menores que otras naciones del mundo. En 2022 en los países miembros de la OCDE, el promedio de los ingresos tributarios totales como porcentaje del PIB fue del 34%, este promedio en ALC en ese mismo año fue del 21.5%. Hacia adentro de Latinoamérica también existen marcadas diferencias: Brasil y Argentina fueron los que lograron alcanzar en 2022 una mayor recaudación como porcentaje del PIB, 33.3 y 29.6%, respectivamente. Otras economías importantes no lograron superar el promedio de la región latinoamericana (21.5%), tales son los casos de Colombia (19.7%), Perú (19.2%) y México (16.9%). Vale entonces la pena reflexionar sobre la necesidad de implementar reformas fiscales en países de la región para hacer frente tanto a las crecientes necesidades de gasto (presentes y futuras), como a los compromisos adquiridos con anterioridad.
Gasto público.
El análisis del gasto público en América Latina es un ejercicio amplio y complejo. No obstante, lo que las economías de la región tienen en común es que parte importante de su gasto anual ya está predeterminado (salarios de servidores públicos, pago de jubilaciones, transferencias a gobiernos subnacionales, servicio de deuda, etcétera), lo cual limita la capacidad de acción de los gobiernos en nuestros países. De acuerdo con información del BID, para los países latinoamericanos, en promedio, el 44% del gasto público es inflexible. Sólo cuatro países se mantienen por debajo del 30% (Colombia, Perú, México y Chile), mientras que hay casos extremos como Jamaica y Belice donde este indicador es superior al 60%. Se trata sí de una restricción que en términos generales significa que de lo poco que tengo, la mitad no me la puedo gastar.
Son amplios y diversos los retos que enfrentan nuestras naciones en su encomienda de proveer bienes y servicios públicos e incrementar los niveles de bienestar de sus poblaciones. Estos retos implican hacer frente a lastres que se profundizaron con el paso del tiempo y que tomará años revertir. Conocer nuestro pasado es fundamental para decidir el rumbo a seguir, por ello, en la medida que entendamos nuestra realidad estaremos más próximos a mejorarla, sobre todo en una región tan noble y generosa como es América Latina y el Caribe.