El deterioro ambiental que sufre el planeta entero guarda relación directa con el modelo de producción y consumo acelerados que la humanidad ha alcanzado en su desarrollo, a causa de que en una lógica productivista -como la que guía nuestro modelo económico-, no existe una correcta gestión y aprovechamiento de los residuos que generamos.
En la cotidianeidad, productos que van desde empaques de alimentos y bebidas, cubertería, charolas de fruta, plásticos, botellas de jabones, tubos de pasta de dientes o de detergentes, hasta artículos electrónicos y de materiales, por mencionar algunos, suman una cantidad desproporcionada de residuos que día a día todos los habitantes de este planeta generamos. Sus consecuencias son dramáticas y el reciclaje por sí solo no parece haber brindado una solución efectiva.
Para dimensionar la magnitud del problema, vale la pena echarle un vistazo a algunos números: según cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se pierden 1,300 millones de toneladas de comida producida para el consumo humano, es decir, que un tercio del total producido es desperdiciado a lo que restaría agregarle la correspondiente huella hídrica1.
Adicionalmente, cada minuto se compran un millón de botellas de plástico y, al año, se usan 500 mil millones de bolsas. Casi una tercera parte de todos los envases de plástico salen de los sistemas de alcantarillado y 8 millones de toneladas acaban en los océanos cada año, amenazando a la vida marina2.
En el ámbito de los residuos electrónicos, actualmente en el mundo se desechan cerca de 50 millones de toneladas al año3, que es el equivalente en peso al de todos los aviones comerciales que se han fabricado hasta la fecha, o al de suficientes “torres Eiffel” para ocupar en su totalidad el territorio de los estados de Zacatecas y Querétaro juntos. De esos desechos, sólo se recicla, de manera formal, el 20 por ciento.
En la esfera nacional se calcula que en nuestro país cada persona produce, en promedio, casi un kilo de residuos diariamente, es decir, 120 mil 128 toneladas de desechos cada día. Esta cifra equivale a casi seis veces el peso de la Torre Latinoamericana4.
Este alarmante panorama permite observar el grado de urgencia que significa para la humanidad el atender y solucionar los problemas asociados al abuso y sobreexplotación del medio ambiente. Dado que el panorama no es distinto en otras partes del mundo, muchos gobiernos han comenzado a emprender acciones políticas y legislativas para fomentar la transición de una economía lineal a una circular. Pero, ¿qué significa esto?
¿De qué se trata la economía circular? ¿Por qué es necesario un cambio de paradigma y cuáles son sus beneficios?
La economía circular se caracteriza por alargar el ciclo de vida de materiales y productos, pues estos se separan, reutilizan, renuevan y reciclan durante el mayor tiempo posible, es decir, en este modelo los productos y materiales se mantienen en circulación (Figura 1). En la práctica, esto significa que el valor de los productos dura más y que los desperdicios se reducen al mínimo. Después de que un producto ha llegado al final de su vida, los recursos y materiales permanecen en la economía tanto como sea posible, por lo tanto, se utilizan productivamente una y otra vez para continuar generando valor agregado.
Figura 2. Modelo de economía lineal
Como se observa, en este modelo se considera el ciclo completo: desde la extracción de materias primas, pasando por el diseño, producción y distribución de un producto hasta su fase de uso más larga posible y reciclaje.¿De qué se trata la economía circular? ¿Por qué es necesario un cambio de paradigma y cuáles son sus beneficios?
Desde la perspectiva de la economía circular, lo más importante es mantener en circulación los productos y materiales. En el primer caso, el uso y vida útil de los productos aumentan al compartirlos, reutilizarlos, repararlos y restaurarlos. Si esto ocurre durante todo el ciclo de vida del producto, no sólo se protege el medio ambiente, sino también el bolsillo de las y los consumidores. Además, el uso a largo plazo de los productos abre nuevas áreas de oportunidad para la economía, por ejemplo, se pueden ofrecer servicios de reparación o se pueden alquilar productos en lugar de venderlos.
Otro elemento fundamental de la economía circular es el ecodiseño, que persigue diseñar productos y servicios sostenibles que minimicen el impacto ambiental durante todo el ciclo de vida del producto. En la actualidad, cada vez un número mayor de empresas apuestan por emplear materiales más duraderos y fácilmente reciclables. Resulta imperante que esta ola alcance a todas las industrias, incluida la de fabricación de aparatos domésticos, pues hacerlo -además de contribuir con el medioambiente- genera beneficios directos, incluido un gran ahorro de costos.
Estoy seguro de que a estas alturas del texto podemos ver que este paradigma contrasta con el modelo económico lineal tradicional (muy arraigado en todo el mundo), que se basa principalmente en el concepto de “úsese y tírese”, en el que las materias primas se extraen, los productos se fabrican, se venden, se consumen y se desechan. Esto conduce a una escasez de materias primas, a una enorme cantidad de emisiones de sustancias contaminantes y a la generación infinita de residuos, lo que se asocia con graves y diversos problemas de contaminación ambiental.
Figura 2. Modelo de economía lineal
Continuar con un paradigma lineal de producción-consumo-desecho representa un escenario insostenible desde el punto de vista ético y de la salud medioambiental, pues si la población mundial continúa creciendo como se prevé y alcanza los 9 mil millones en 2050, podríamos necesitar el equivalente a casi tres planetas para disponer de los recursos naturales que harían falta para sostener el estilo de vida actual5.
Es por las inquietudes que genera este escenario que en los últimos años han surgido iniciativas y enfoques innovadores para enfrentar la problemática, entre las que destaca precisamente el modelo de economía circular. En nuestro país, si bien ha habido avances importantes en términos de política pública y de legislación, sobre todo a partir de la expedición de la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos de 2003, apenas hasta hace muy poco ha comenzado a tener sentido la importancia de un cambio de modelo que actualice los objetivos de la ley de hace veinte años.
En mi calidad de senador, en noviembre de 2019 presenté una iniciativa para crear la Ley General de Economía Circular, la cual ya fue aprobada por el Senado en noviembre de 2021, aunque sigue en espera de ser discutida por la Cámara de Diputados. Este proyecto pretende que México cuente con un nuevo ordenamiento para impulsar que el valor de los productos, materiales y recursos se mantengan vigentes dentro del ciclo económico durante el mayor tiempo posible, para así reducir al mínimo la generación de residuos. Con esta Ley se busca una visión en la que las actividades económicas se realicen, además de con las libertades económicas, también con observancia de normas sociales y medioambientales que nos permitan desarrollar una economía sustentable, justa y cuidadosa de nuestros recursos ambientales.
Entre los objetivos clave de esta ley se encuentran reciclar los residuos y promover la reutilización y la asociación industrial, transformando los desechos que genere una determinada industria en las materias primas de otra, y así apoyar a los regímenes de recuperación y reciclaje.
Sin duda, esta propuesta constituye un importante paso en las labores para dar cumplimiento a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Además, con esta ley de vanguardia, México se sumaría a un muy reducido número de naciones en el mundo como los Países Bajos, Francia, Italia, Alemania, Luxemburgo, Bélgica, Portugal, España, Uruguay y Argentina que, a través de legislación, han implementado el modelo de Economía Circular.
Todavía queda mucho por hacer en el camino para que el modelo de economía circular sea una realidad; sin embargo, en los últimos años las industrias de todo el mundo han tenido cada vez más en cuenta este paradigma, pero es imperante que se integren con mayor celeridad. Además, las y los consumidores juegan un papel importante para que el modelo funcione, empezando por aprender a consumir de forma sostenible y utilizando los productos durante el mayor tiempo posible.
Un papel central en el cambio hacia una economía circular corresponde a los sectores público y privado, que tienen la oportunidad de generar una sólida alianza que permita asentar el modelo de economía circular de manera definitiva.
El reto mayúsculo, que es de todas y todos, es lograr un desarrollo sostenible que sea soportable en lo ecológico, viable en lo económico y equitativo en lo social, tres componentes determinantes en el modelo de desarrollo al que aspiramos llegar en nuestro país.
1Organización de las Naciones Unidas, “El desperdicio de comida, una oportunidad para acabar con el hambre”, publicado en Noticias ONU el 16 de octubre de 2018, https://bit.ly/3AWDRtS
2Organización de las Naciones Unidas, “Compromiso mundial para reducir los plásticos de un solo uso”, publicado en Noticias ONU el 15 de marzo de 2019, https://bit.ly/2DrVcxP
3Naciones Unidas, “Los desechos electrónicos, una oportunidad de oro para el trabajo decente”, publicado en Noticias ONU el 17 de abril de 2019, https://bit.ly/30wSSiE
4Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales e Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, “Diagnóstico Básico para la Gestión Integral de Residuos (DBGIR) 2020”, publicado el 01 de junio de 2020, https://bit.ly/3EdDZb3
5World Wide Fund For Nature, “WWF recuerda que la humanidad necesitaría casi tres planetas para satisfacer sus demandas en 2050”, 2011, https://bit.ly/3sVEbpC