El Banco de México decidió mantener sin cambio, por segunda ocasión consecutiva, la tasa de interés de referencia en 11.25%. Eso quiere decir que aún observa riesgos de que la inflación, aunque a la baja, se desacelere con mayor lentitud en un entorno económico resiliente, impulsado sobre todo por la demanda y el sector servicios. Ahí está el desafío.
Si se observa lo que ocurre en el mundo, tampoco la economía global ha entrado en el pronóstico pesimista que expresaron en abril el FMI y el Banco Mundial. Continúa fuerte, particularmente la de Estados Unidos. También ahí la inflación general cede pero la subyacente continúa elevada, lo que hace que tanto el Sistema de la Reserva Federal (la FED) como los principales bancos centrales permanezcan vigilantes, elevando tasas.
Esa política, de tasas altas, es la que incide en la economía real porque cuando el crédito se ofrece a tasas más altas al sector privado y los hogares, tiende a reducir compras y por ende producción. De ahí que para el escenario económico mundial el pronóstico es de crecimiento, aunque todavía hay quien anticipa una recesión moderada en la zona del euro y en Estados Unidos a pesar de que hasta el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, subraya que no hay indicios de ello.
México continúa exportando, particularmente productos agrícolas y manufacturas y se mantiene como el principal socio comercial de Estados Unidos, y aunque se ha deteriorado ligeramente la balanza externa, es más resultado de que se gana menos por lo que se vende en el exterior dada la fortaleza cambiaria.
La FED proyecta dos elevaciones de la tasa de interés de los fondos federales en lo que resta del año y los mercados lo han descontado, pero en el caso del Banco de México la tasa es lo suficientemente restrictiva como para que pueda, desde ese nivel, observar si los determinantes de inflación ceden, por lo que sería sorpresivo que la Junta de Gobierno decidiera subir tasas siguiendo a la FED. Es improbable.
En cuanto al escenario de recesión, en el primer trimestre del 2023 el PIB registró un crecimiento trimestral de 1.0% (3.7% anualizado), las importaciones se recuperaron y aumentaron 9.5% anual, en tanto que las exportaciones sólo aumentaron en 0.6%, lo que implicó una reducción de -1.4%, menor al -4.0% del último trimestre del 2022.
Para una gran parte de la manufactura o las empresas con presencia internacional, la caída de exportaciones se debe más al desempeño del peso frente al dólar porque ha restado competitividad a las mercancías y productos mexicanos. Esto ha tenido efectos tanto en el flujo de remesas, aunque los paisanos manden lo mismo, como en flujos turísticos que han tenido una contracción desde nuestro principal mercado frente a lo ocurrido en la pandemia y finalmente en exportaciones.
No obstante, las inversiones ligadas a la relocalización o ampliación de la planta productiva de empresas globales en México, se han ampliado de forma importante.
Aunque se estima que el tipo de cambio tenga un ajuste hacia los siguientes meses del año para cerrar en torno a 18.50 en este 2023, la realidad es que el buen desempeño de la divisa mexicana ha sorprendido y es probable que se mantenga cotizando en torno a 17.0-18.0 hasta entrado el verano, y que si hubiera un ajuste mayor, éste podría estar ligado a incertidumbre por el proceso electoral del 2024.
Empero, ante la posibilidad del triunfo de un candidato morenista, este ajuste es descartado por los mercados, tanto nacionales como externos, así como la decisión de mantener finanzas equilibradas, lo que hace muy probable que nos podremos quejar de todo, menos de una economía vulnerable en México.