Para acelerar y mantener el paso del sector formal de la economía conservando la estabilidad macroeconómica, es preciso definir una auténtica estrategia de desarrollo e industrialización, con rumbo, objetivos e instrumentos precisos y eficaces.
Sin ella, nuestra actividad económica seguirá a flote, avanzando a paso lento y con crecientes brechas en los ámbitos regional y sectorial, en las aguas todavía turbulentas de una economía mundial que se mueve entre políticas monetarias restrictivas, inflación persistente, mercados financieros sensibles y volátiles, precios de commodities en retroceso y países que avanzan mejor de lo esperado, pero lejos de su potencial de crecimiento.
Los choques de oferta surgidos durante la pandemia, en especial el dislocamiento de las cadenas de suministro de piezas electrónicas empleadas por sectores tan importantes como el automotriz, el electrónico y el de los electrodomésticos entre otros, impulsaron el surgimiento del nearshoring y la creación de condiciones propicias para que México se monte en la cresta de la ola para ser activo protagonista y no mero espectador de los cambios que suceden más allá de nuestras fronteras.
El diagnóstico no admite dudas. México tiene una nueva oportunidad para acelerar el paso impulsando un modelo de desarrollo que sea incluyente, integral, promotor de la competitividad y de una inserción más eficiente a las corrientes del comercio y la producción fabril a escala mundial.
De la estabilidad al crecimiento dinámico y sostenido
Y es que frente al lento crecimiento mostrado por la economía y la actividad industrial en las últimas décadas y teniendo en cuenta los cambios y tendencias que dominan el entorno internacional, entre los que destaca el surgimiento y consolidación del nearshoring, nuestro país puede y debe transitar de la era de la estabilidad macroeconómica con bajo crecimiento de la producción, a la era de la estabilidad macroeconómica acompañada y complementada por un crecimiento duradero, dinámico y generador de progreso, riqueza, empleos y desarrollo en todo el país.
Lograrlo no será una tarea sencilla ni exenta de riesgos o tropiezos, pero estamos frente a una oportunidad que no podemos ni debemos desaprovechar. Si la apertura comercial y el TLCAN promovieron el surgimiento y consolidación de un sector exportador dinámico, eficiente y generador de divisas, empleos y desarrollo regional, el nearshoring, es decir el movimiento de importantes eslabones de las cadenas productivas desde distintos lugares del mundo hacia los países que ofrecen estabilidad económica, cercanía geográfica, mano de obra calificada e infraestructura eficiente, puede convertirse en el detonador de un nuevo ciclo de modernización y avance para nuestro país.
En efecto, podemos hacer del nearshoring una plataforma para el redespegue de las actividades industriales, comerciales y de servicios, siempre y cuando seamos capaces de atraer capitales, empresas de clase mundial y procesos productivos tecnológicamente avanzados y articulemos en torno a ellos todo un proceso de reordenamiento productivo, que nos permita desarrollar una sólida base de proveedores nacionales y encadenamientos productivos que involucren a empresas de diferentes entidades federativas, sectores y tamaños.
Corredor Interoceánico del Istmo
Detengámonos un momento en dicho Corredor para reconocer que se trata del más audaz y prometedor proyecto de infraestructura en lo que va de la presente administración, para establecer una eficiente conexión logística entre el Océano Pacífico y el Golfo de México, a fin de catapultar y dinamizar el crecimiento económico de la región, acompañado por la creación de empleos cada vez mejor remunerados en el sector formal de la economía.
El “Decreto por el que se fomenta la inversión de los contribuyentes que realicen actividades económicas productivas al interior de los Polos de Desarrollo para el Bienestar del Istmo de Tehuantepec”, publicado en el Diario Oficial el 5 de junio pasado, apunta en la dirección correcta, pero es insuficiente para detonar el desarrollo de la zona.
Los estímulos fiscales y administrativos ahí definidos, sin duda atraerán la atención de empresas de las industrias eléctrica y electrónica; semiconductores; automotriz (electromovilidad); autopartes y equipo de transporte; dispositivos médicos; farmacéutica; agroindustria; equipo de generación y distribución de energía eléctrica (energías limpias); maquinaria y equipo; tecnologías de la información y la comunicación; metales y petroquímica, que observarán con interés la oportunidad de reducir los costos de arranque y maduración de sus proyectos.
Las interrogantes
Sin embargo, debemos formularnos tres preguntas:
Primera: “¿Los estímulos fiscales y las facilidades administrativas detalladas en el decreto son lo suficientemente buenos como para atraer y retener inversiones y empresas de clase mundial? Difícil saberlo en este momento, pero se trata de una iniciativa que apunta en la dirección correcta, aunque no toca temas tan importantes para aprovechar el nearshoring, tales como infraestructura de comunicaciones y transporte, seguridad, energéticos (gas natural, combustibles y electricidad), rezago educativo, acceso a los servicios de salud, mano de obra especializada, conectividad,
entre otros temas, que son y serán vitales para la operación de las empresas que decidan aprovechar los estímulos y oportunidades de esa región, sin olvidar desde luego los servicios para los trabajadores como vivienda digna, centros de salud, agua, drenaje, escuelas y universidades, entre otros.
Segunda: ¿El Corredor sobrevivirá la transición sexenal o le sucederá lo mismo que al proyecto de Zonas Económicas Especiales (ZEE) del sexenio de Enrique Peña Nieto? Recordemos que pese a la inyección de recursos, la firma de convenios de colaboración y el despliegue de publicidad que lo colocó como la palanca para el desarrollo del sur-sureste, las ZEE naufragaron tan pronto comenzó la administración federal del presidente Andrés Manuel López Obrador, pese a que se trató del proyecto regional más importante del sexenio de Peña Nieto, con inversiones pactadas por más de ocho mil millones de dólares que generarían más de 31 mil empleos.
Tercero: ¿Cuánto tiempo permanecerá abierta la ventana/oportunidad del nearshoring? Seguramente entre cinco y siete años, que será el tiempo que tomará a las empresas evaluar opciones, decidir el mejor sitio para instalarse y habilitar todo lo necesario para que sus operaciones fluyan en forma natural y sin contratiempos, de modo que tenemos poco tiempo y mucho por hacer, justo cuando los tiempos políticos comienzan a hacer más difícil la toma de decisiones económicas.
¿Lo lograremos?
En efecto, la experiencia acumulada nos induce a poner en duda la posibilidad de permanencia del Corredor, por el monto de recursos que requerirá, por el tiempo disponible para su arranque y porque no conocemos cuál es la opinión que al respecto tienen los precandidatos de las fuerzas políticas que contenderán por la presidencia de la República en la elección de 2024.
En suma, no lograremos reducir los niveles de pobreza y pobreza extrema con la celeridad que deseamos, si no partimos de un gran acuerdo nacional para definir un solo proyecto de nación, con metas precisas y compromisos concretos de empresarios, autoridades federales y estatales y trabajadores.
El nearshoring puede ser el núcleo articulador de una estrategia que nos permita relanzar el desarrollo de México, con una visión incluyente e instrumentos eficaces para hacerlo realidad. Si dejamos que se mantengan las tendencias dominantes, entonces lo que presenciaremos será la apertura de la brecha que separa los niveles de desarrollo del norte y el sur-sureste, y seguiremos siendo una economía exportadora de importaciones.
En cambio, si definimos una estrategia integral, pactada entre los sectores y ejecutada con eficiencia y en forma colectiva, es posible aprovechar las oportunidades que acompañan la relocalización de los procesos de manufactura a escala mundial, aprovechando además las ventajas que provienen de nuestra cercanía con el mercado de EU, de los tratados de libre comercio vigentes y sobre todo, relanzando el patrimonio productivo que nos permitió pasar de una sociedad rural y minero-agrícola a una nación urbana, industrial y de servicios.